Cuatro soltó ayer otra de esas perlas que suele: el seguimiento a Raúl, particularmente después de ser cambiado. Raúl había salido por Van der Vaart pero en un choque con Edmilson se le había estropeado seriamente el tobillo; viendo el partido por la tele recuerdo que alguien cerca de mí comentó: "Parece que lleva un pie por encima del bordillo y otro por la calzada". Peleó lo que pudo hasta que no pudo más; estaba preparado el cambio cuando se produjo la jugada de su gol: remate de Higuaín, rechace de Roberto que a va Cristiano, nuevo remate, nuevo rechace a Cristiano y éste controla y centra a Raúl, que remata desde cerca.
Con el tobillo maltrecho y su número en la pizarra había corrido hasta el borde del área chica en busca de un improbable rebote. Quién sabe, quizá pensaba que esa lesión le iba a impedir jugar el resto de la temporada, que quizá eran sus últimos instantes en el Madrid, que aquello estaba siendo su canto del cisne y que había que apurarlo. O, simplemente, una vez más cumplió con su deber hasta el último suspiro, ignorando el dolor, en busca del gol, de la victoria, del puro cumplimiento del deber. Luego, en el banquillo, penó hasta que llegó el gol salvador de Kaká. Y cuando acabó el partido se llevó el balón.
¿Teme que haya sido su último gol en el Madrid? ¿Fue porque con ese gol adelantó a Di Stéfano y le quedan por delante sólo Hugo y Zarra? En todo caso las imágenes de Cuatro reflejan el tremendo amor de este hombre a su profesión, aun después de quince años, de tantos goles, títulos y récords. Aun cuando el fútbol empieza a darle la espalda, le relega, le sienta en los banquillos. Granero me dijo un día que en los entrenamientos siempre gana el equipo de Raúl, porque no deja parar a nadie. No sabemos lo que durará aún, pero conviene apurarlo al máximo, sin perderse nada. Por eso agradezco tanto ese gran reportaje.
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Hace 14 años